lunes, 17 de enero de 2011

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 9

Fernando ya había salido del piso. Habían terminado de comer y él había dicho que tenía que irse. Claudia miró por la ventana. Empezaba a llover. Habían comido con Ana, su compañera de piso, la cual había frustrado sus planes de pasar la tarde a solas con Fernando allí en el piso. Pensaba que estaría en clase, pero no era así. Tampoco le había importado que hubiese comido con ellos, ya que estaba allí, de todas formas no iban a tener la intimidad que habría querido. Aunque su amiga se había comportado de manera muy rara durante la comida. Desde principio de curso había contado con ella para contárselo todo, o casi todo, pues lo único que no le contaba eran sus andanzas por la red. Ana había sabido ganarse su confianza. Pero aquel día había hecho más preguntas de la cuenta. Parecía muy interesada en lo que aquel día había ocurrido, en por qué habían llamado a Fernando, y qué es lo que le habían contado, cuál era el motivo de su expulsión. Quizás le había gustado el chico y quería ganárselo de algún modo. No, parecía que estaba más interesada en el caso en sí que en Fernando. ¿Por qué le llamaba tanto la atención todo aquello? ¿Qué quería sacar con aquellas preguntas, con aquel interés?
Ana fregaba los platos en la cocina. Ahora llovía muy fuerte en la calle. Se escuchaban las gotas golpeteando las ventanas del piso. Claudia se dirigió a la cocina.
- ¿Te ayudo, Ana?
- No, no te preocupes.
Veía sólo su pelo rizado, moviéndose de un lado a otro, recogiendo todo lo que habían ensuciado en el almuerzo.
- ¿A qué venían tantas preguntas? - siempre eran así de directas la una con la otra.
- Sólo me interesaba, y como lo habías traído para animarlo, me pareció bien enterarme de todo para poder animarlo yo también.
- Bueno, quiero que sepas que nos hemos besado. Este es el chico del que tantas veces te he hablado. - primero quería dejar claro que no podía intentar nada con él. Por si acaso.
- ¡¿Es el famoso chico del autobús?! Ya decía yo que me sonaba de algo, pero que no me parecía haberlo visto antes.
- Sí. Parece ser que yo también le gusto.
- ¡Qué bien! ¡Me alegro mucho por ti! De verdad.
Se notaba que Ana se alegraba de verdad, así que no había sido esa su intención.
- Ya sabes que Fernando no ha sido el culpable, ¿no? Al menos él dice que no sabe nada del tema, y yo lo creo. ¿Tú no sabrás nada del tema, no? - no sabía de qué otra manera podía abordar el tema para sacar el motivo que la había llevado a aquel interrogatorio.
- No, no, no. Yo no sé nada. Pero la verdad es que me he quedado sorprendida. ¿Quién habrá podido ser?- ¿decía la verdad?
- No lo sé, pero me gustaría saberlo, para hacérselas pagar. - estaba atenta a cada uno de los movimientos de su cara, para ver si reaccionaba con sus palabras.
- Sí, a mi también me ha caído bien el chico, y también me gustaría saber quién ha sido.
Antes de darse la vuelta para seguir recogiendo los platos, Claudia notó una extraña mirada en su amiga. Parecía como una mirada recelosa. Por primera vez cuestionaba la confianza que tenía en ella. ¿Qué tenía Ana en mente? ¿Qué le pasaba ahora a la que había sido su amiga durante todo aquel curso? Dudaba de ella, eso estaba claro. Debería tener cuidado ella también. Con aquella mirada se lo había dicho todo. Desde aquel momento, no se fiaría de nadie.

Ya se acercaba la hora a la que Ana había quedado con aquel tal Zack. No sabía cómo lo reconocería, ni lo que haría cuando se encontrara con él. Sólo quería obtener información que lo delatara. Necesitaba datos que metieran a aquel hombre en la cárcel de una vez por todas. Se vistió, se puso un chaquetón más gordo, para resguardarse del frío. Se dirigió por el pasillo para llegar a la puerta de entrada. Pero Claudia se interpuso en su camino.
- ¿Dónde vas?
- He quedado.
- ¿Con quién?
- Ahora eres tú la del interrogatorio, ¿no? He quedado con un chico.
- No me has hablado de él, cuando siempre nos lo contamos todo.
- Ya, bueno, lo conocí esta mañana por el chat y hemos quedado para conocernos en persona.
- No deberías fiarte de la gente que ronda por internet. Está lleno de locos, salidos, y psicópatas.
- Ya, ya, pero este parece que es distinto. Y no te preocupes, que tendré cuidado.
- ¿Quieres que te acompañe? Sólo para verlo de lejos, y si veo que la cosa va bien, os dejo tranquilos.
- No, no. De verdad, no te preocupes.
- Bueno, ve sola, pero ten cuidado.
- Sí, no te preocupes. Nos vemos después. Hasta luego.
Siguió caminando y salió del piso. Una vez en la calle, vio que había dejado de llover, y no hacía mucho, pues la calle brillaba a la luz de las farolas que ya estaban encendidas desde hacía rato debido a la caída de la noche. Se subió la cremallera hasta arriba y empezó a andar. Las calles estaban desiertas, pero siguió andando. No había tenido la precaución de llevar la pistola consigo, con la que se hubiese sentido más segura. No era momento de echarse para atrás. Ya estaba llegando al parque donde habían quedado. De repente, unos pasos a su espalda. Miró hacia atrás, pero no había nadie. No había sido buena idea el dejarse la pistola atrás, ni tampoco el ir sola. Quizás no hubiera sido tan mala idea el ser acompañada por Claudia, de todas formas no tenía por qué enterarse de nada, y si las cosas se ponían feas, llamaría a la policía. Pero iba sola y desarmada. Sentía cómo alguien la seguía. Empezó a andar todo lo rápido que sus pies le permitían. Siempre solía ser atrevida, valiente, pero en ese momento se sentía asustada. Llegó al parque. Allí no había nadie. Miró a su alrededor, pero nada. Al menos aquel parque no tenía una espesa vegetación por la que no pudiera verse, ningún tipo de arbustos en los que poder ocultarse. Sólo había césped y unos cuantos árboles de distintas clases repartidos aquí y allá.

Sonaba un móvil. Lo tenía muy cerca, preparado para cuando llamaran. Lo cogió, y pulsó la tecla para descolgar.
- Dime. - dijo con tono familiar.
- Tengo una chica que te puede interesar.
- ¿Sí? Dime hora y sitio.
- Está ahora mismo esperando donde te dije.
- Voy para allá.
No esperaban ninguna despedida. Simplemente colgó, y metió el móvil en su bolsillo. Se puso la chaqueta y se dispuso a salir. Una sonrisa lasciva cruzó su cara a la vez que cerraba la puerta tras de sí.

Claudia no había hecho caso de su amiga. Iría tras ella para ver con quién había quedado. Tras coger su abrigo, salió corriendo del piso, pues Ana le llevaría ya bastante ventaja. Salió del portal y miró hacia los lados. Allí estaba ella, al final de la calle, andando en aquella fría noche. Fue tras ella, intentando no hacer mucho ruido, corriendo casi de puntillas, pero a pesar de ello, vio como Ana se giraba. Se ocultó rápidamente tras una esquina para que no la viera. Se había librado por poco. Asomó un poco los ojos y vio cómo Ana se alejaba, ahora más rápida. Salió de su escondrijo y siguió andando, siguiendo la estela de su amiga. Esta llegó a un parque y se paró, miró a los lados y no hizo nada más. Parecía esperar a alguien. La calle estaba desierta. Tan sólo el olor como a humedad que deja siempre la lluvia y el resplandor del agua. De repente, el sonido de una moto lejana. Se dirigía rápida hacia allí. No había más coches, ni persona alguna por los alrededores. Sólo Ana y ella. Y su amiga ni siquiera sabía que ella estaba allí. Apareció cruzando una esquina cercana. Una moto con alguien montado encima. Un casco con el cristal ahumado no dejaba ver su cara. Llegó donde estaba su amiga. Se bajó de la moto y empezaron a hablar. No parecía que Ana conociese al chico, pues tenía cara de preocupación, y se alejaba a la vez que él se acercaba, con el casco aun puesto. Claudia se acercó todavía más, a sabiendas de que se exponía a que la pillaran, pero estaba demasiado lejos para poder actuar en caso de ser necesario. ¿Qué estarían hablando? No era ningún ligue, no era un amigo. Claudia con un sobresalto vio que aquel chico cogía a su amiga del brazo, forcejeaban. Ni era un ligue, ni era un amigo, ni nadie con quien Ana deseara estar, ahora estaba claro. Claudia comenzó a andar hacia ellos. Ahora la lucha era más cruda. Él tiraba de ella, y ella intentaba zafarse. Ahora, más cerca, podía escucharlos.
- ¡Suéltame!
- Te he dicho que tú vienes conmigo. Has intentado engañarnos, pero tú misma nos valdrás.
- ¡Suéltala! - Claudia salió en defensa de su amiga. Golpeando fuertemente al chico en el casco con una piedra que había cogido por el camino.
Con la sorpresa inesperada, Ana se vio liberada del agarre, y aunque también se encontraba aturdida mirando con desconcierto a su amiga, acertó a levantar la pierna para dar una certera patada a aquel individuo en la entrepierna. Él cayó al suelo dolorido, llevando sus manos a la bragueta, sin aliento siquiera para quejarse. Ana regaló a Claudia una mirada entre extrañada y agradecida.

Momentos después llegaba la policía. Tras hablar Ana con ellos, se dirigió a Claudia.
- ¿Estás bien?
- Yo sí, ¿y tú?
- Sí, mañana tendré un moretón en el brazo, por lo demás, bien.
- Me debes una explicación.
- Sí, mereces una explicación.

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