lunes, 10 de enero de 2011

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

Alfredo estaba nervioso por primera vez en mucho tiempo, habían conseguido lo que llevaban mucho buscando. No quería que la universidad se viese afectada por aquel tema, ni que saliera de aquella sala. Había llamado a la policía, pero ni siquiera a ellos les había contado nada. Así que dos agentes se dirigían en esos momentos hacia la facultad. Allí, cuando estuviesen todos, contaría lo sucedido, y seguramente se lo llevarían. No sabía el castigo que le caería por parte de la autoridad, pero sí por su parte. Lo echarían de la universidad y recobrarían el dinero que se había llevado con la beca, aunque esta sí hubiese sido aceptada. Se preguntó por qué habría hecho aquello, si su beca ya había sido aceptada. ¿Se trataría de un Robin Hood moderno, que quería que todo aquel que lo necesitara pudiese tener acceso al dinero de las becas? ¿O lo habría hecho simplemente para darle algún tipo de lección a la universidad? ¿O se habría enterado de alguna manera que él era el encargado de la seguridad informática y la lección sería para él? Sabía que era un profesor duro, pero pensaba que esa era la forma en la que había que enseñar. Así los alumnos trabajaban más, que para algo estaban allí. Debían salir de allí con una férrea formación, preparados para lo que viniera. No sabía el motivo, pero lo que seguro que aquel tal Fernando no esperaba es que tuvieran a un chico tan bueno trabajando para ellos, que al final lo descubriría.
Con lo que había dicho por teléfono esperaba que el chico no saliera huyendo. Le había hablado como profesor a alumno. Como si se tratara de algún asunto relacionado con su asignatura. Esperaba no haber dejado entrever sus verdaderas intenciones, y no hacerlo así más difícil para todos.
Por fin, llamaron a la puerta.
- Pase.
Abrió la puerta y lo vio. Sí, lo conocía. Había estado en su clase el año anterior. No era muy buen estudiante, pero al menos no hacía ruido en su clase, y el examen lo había hecho más o menos bien, sin llegar a destacar. Pero lo había aprobado. Ahora se arrepentía de ello. ¿Cómo un chico como aquel, que no destacaba en clase, podía haberse reído de ellos? No entraba en sus planes, ni era así como él actuaba, pero en ese momento tenía ganas de vengarse, después de todo lo que les había hecho pasar. Pero, lo que no podía esperar es que, tras él, entrara ella. Entró y le regaló una de sus preciosas sonrisas. Cerró la puerta tras ella. Al momento todo el enfado que sentía en un principio se esfumó. Todo el peso que sentía en los hombros momentos antes, todo aquello que lo oprimía, ya no estaba. Se había ido como el humo que lleva el viento, que poco a poco se disuelve y vuelve invisible.

Carlos no podía creer que Alfredo no pusiera impedimentos para que la chica estuviese allí.
- Esta chica debería salir fuera, ¿no, Alfredo?
- Fernando es amigo mio, por favor, Alfredo, ¿puedo quedarme?
Al parecer, la chica había sabido ganarse al profesor, pues este la miraba embelesado.
- Sí, sí, puedes quedarte, Claudia.
A él le había costado meses trabajando juntos para que se aprendiera su nombre. Un hombre que no se aprendía el nombre de ninguno de sus alumnos, y allí estaba él, hablando a la chica de tú a tú. Bueno, de todas formas, su enemigo se llevaría su merecido, tenía que pagar por lo que había hecho, estuviera ella allí, o no.
- Quería hablarte sobre algo que tú ya sabes. Becas concedidas, dinero repartido sin ninguna orden para ello. Eso por no hablar de la entrada sin ningún tipo de consentimiento al sistema informático de la universidad, y por las posibles consecuencias de todo esto. Menos mal que el tema no ha salido a la luz.
- ¿Cómo? ¿A qué viene todo esto? - además de buen informático, el chico parecía buen actor. Parecía incluso sorprendido con todo lo que Alfredo le decía.
- Lo sabes muy bien. Sabes lo que hiciste, y muy bien hecho, por cierto. No sé cómo un alumno como tú pudo hacer algo como aquello. Nos has tenido en vilo durante mucho tiempo.
Realmente parecía que aquel chico no se estaba enterando de nada. Con la boca abierta en un gesto que denotaba su aparente sorpresa. Empezó a mover repetidamente una pierna, arriba y abajo, como accionando el mecanismo de una antigua máquina de coser. Estaba nervioso. Se notaba que nunca antes lo habían pillado. ¿Tan bueno era?
- Bueno, pero de todas formas, hoy me pillas de muy buen humor.
¿A qué esperaba el profesor? Lo único que querían ambos y habían querido durante mucho tiempo era pillarlo y hacérselas pagar.
- Lo único que va a pasarte, por ser hoy, es que anularé tu matrícula en la universidad. Ya no formas parte del alumnado. Y deberás devolver la beca que te concedimos a principios de curso. - el chico mostraba hasta lágrimas en los ojos. - Pensaba denunciarte. De hecho, una patrulla policial se dirige hacia aquí, y llegarán de un momento a otro.
¿Qué es lo que estaba pasando? Carlos no podía creer lo que oían sus oídos. ¿Alfredo estaba perdonando a aquel al que hacía tanto que querían pillar? El chico se tambaleó en la silla. Parecía que estaba tan incrédulo como él. Y de pronto, lo entendió todo. Alfredo miró de soslayo a la chica, pero no con cualquier mirada. Aquella chica le gustaba mucho. Lo había ablandado.
- Por favor, Claudia, tu amigo ya te lo contará todo. ¿Puedes salir mientras hablamos sobre todo lo ocurrido? - tenía cara de satisfacción. Al parecer, pensaba que con aquella buena obra ganaría puntos con la chica. - Además, la policía debe estar al llegar y quiero excusarme por haberlos llamado para nada.
- Bueno...Esperaré fuera. - al parecer, la chica no estaba tan sorprendida. Bueno, al menos estaría fuera. Quería oír lo que Alfredo tenía que decirle al chico a solas.
La chica cogió el bolso que había dejado sobre una silla, abrió la puerta, y salió, cerrando tras de sí, mientras todos la miraban expectantes. Allí, en aquella sala, habían dos hombres a los que había conseguido seducir con sus encantos. El único que miraba como asqueado era él. No le parecía que merecieran la pena ni temas de amores ni sexuales. Eran una pérdida de tiempo. Había otras cosas en la vida que tenían preferencia y que precisaban su atención, para perder la cabeza por ninguna mujer.

Fernando no sabía dónde se iba a meter. No sabía qué era lo que estaba pasando allí. ¿Se habrían confundido de persona? Al parecer, estaban muy seguros de que él había hecho aquello de lo que lo acusaban. Hablaban de becas concedidas. Sí, a él se la habían concedido, pero había sido de manera totalmente legal. También hablaban de un dinero que faltaba en la universidad, cuando él lo único que había hecho era pagar su matrícula. Y, por último, algo sobre seguridad informática. Él había entrado en la carrera para aprender sobre informática, pero aun no había tenido ninguna asignatura sobre ese tema. La verdad es que no tenía ni idea de redes, seguridad, entrar o salir de ordenadores y demás cosas que hacían los entendidos en la materia.
- Yo no he hecho nada de eso de lo que me estáis acusando.
- No nos hagas las cosas más difíciles. Sabemos que has sido tú, así que no me hagas pensarme las cosas dos veces de aquí a que venga la policía.
Al parecer, todo lo que dijera sólo iba a agravar las cosas. Tendría que acallar y acatar la acusación, y el castigo por algo que no había hecho. ¿Lo habrían confundido con alguien? ¿Ahora qué iba a hacer? ¿Lo dejarían volver a matricularse el año próximo? Había tantas cosas que le rondaban la cabeza que no podía ni oír lo que allí se seguía diciendo. Parecía que ambos estaban explicando cómo supuestamente lo había hecho todo, pero las palabras volaban en el aire. Tenía la cabeza embotada. Sentía que le faltaba el aire.
Aquel año había ido de mal en peor. El primer cuatrimestre le había salido muy mal, las había suspendido todas. Lo habían echado del trabajo de camarero de fin de semana que había conseguido para poder pagarse los libros. Y su novia lo había dejado a principios de año. Pero otro pensamiento pasó por su mente y lo hizo olvidar todo: Claudia....

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