miércoles, 19 de enero de 2011

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 10

María estaba sentada en uno de los bancos que había en los pasillos de su facultad. Se encontraba frente a la puerta donde tenía la siguiente hora de clase, con Alfredo. Su hermano Fernando había sido atropellado por aquel profesor, aparentemente por accidente. Por suerte a su hermano sólo le habían tenido que escayolar una pierna, y le habían recomendado reposo absoluto durante un mes. Así que allí estaba, en casa tumbado en la cama, jugando a la consola o viendo la tele, leyendo algún libro o estudiando, pues no quería perder el curso por aquello. Pero a María aquel profesor no le gustaba nada. Iba con su cara de bueno, haciéndose el víctima, pero lo que realmente ella creía es que era un lobo con piel de cordero. Había algo en aquella mirada que no terminaba de gustarle.
Vio como sus compañeros de clase empezaban a entrar en el aula, riendo, contando sus hazañas, vitoreando. Parecían borregos sin personalidad, mandados al matadero. Todos juntos, hacían lo que se les decía y no se salían de las normas. Ella era distinta. Le gustaba pensar que era la oveja negra. Llevaba el pelo rubio y liso que le caía sobre los hombros. El flequillo le tapaba el ojo derecho, y al menos el que se veía lo llevaba pintado de negro. Iba entera vestida de ese color, le encantaba. Una chaqueta encima de un jersey a franjas horizontales blancas y negras, un guante roto por los dedos, a juego con su jersey y unos pantalones de cuero muy ceñidos. De constitución más bien enjuta, mas nunca pasaba desapercibida allá donde iba.
Se colgó su bolso al hombro, cogió su carpeta llena de pegatinas de calaveras y crucifijos y entró en clase. Se sentó donde lo hacía siempre, en la parte alta de las filas de banca, que estaban dispuestas como en los teatros, para una mejor acústica. Los alumnos seguían charlando, contándose sus historias, hasta que Alfredo entró por la puerta, y poco a poco los ánimos se fueron calmando hasta llegar al silencio casi absoluto. María sacó sus folios, dispuesta a coger algún apunte de la clase.
Alfredo entró con una cara dolida, como si en realidad estuviera mal por lo que había pasado, pero ella no lo creía. Normalmente iba bien vestido, conjuntado y arreglado. Pero ese día se notaba que se había puesto lo primero que había encontrado. La ropa arrugada, la camisa por fuera. Saludó a la clase y empezó a explicar el tema que le tocaba aquel día. María no lo escuchaba. Sólo podía acordarse de cómo había visto a su hermano, de lo que le había contado del atropello, pues ella seguía diciendo que no había sido un accidente, por mucha lluvia que cayera. Tenía que descubrir el motivo que había tenido el profesor para hacer lo que hizo, y también quería encontrar alguna forma de hacérselas pagar.
Entonces llamaron a la puerta. La clase se interrumpió.
- ¿Sí?
Entró un chico con el pelo muy corto, casi a rape, moreno. Tenía los rasgos toscos, pero a ella le parecía muy atractivo. Abrió la puerta rápido, y llegó hasta Alfredo. Parecía tener malas noticias, pues llevaba cara de preocupación, que le fue transmitiendo a Alfredo conforme le comunicaba lo que tenía que comunicarle al oído.
- Lo siento, pero tengo que dejar la clase aquí. Debo marcharme. Recuperaremos esta hora otro día.
Cogió su maleta y se fue en compañía del muchacho.
Todos los alumnos empezaron a hablar, desconcertados. Nadie sabía lo que le habría pasado, pero se alegraban de tener una hora de descanso en el día que más clases tenían.
María recogió sus cosas. Iría a su casa a ver a su hermano, para ver cómo se encontraba, y contarle lo que había pasado. Salió de la facultad, se montó en su moto, se puso el casco y arrancó.

Alfredo andaba rápido, seguido por Pedro. No podía creer lo que este le había dicho. ¿Qué estaba pasando últimamente? Todo el mundo parecía estar en su contra. No podía permitir que se descubriese todo. Primero lo había visto todo en peligro por aquel tema del robo de aquel chico, y ahora aquello. Llegaron a la sala de control. Allí estaban Pilar y Juan, sus otros dos ayudantes para mantener la seguridad en la red universitaria. Lo miraron cuando entró por la puerta, ellos también tenían cara de preocupación. Se sentó en el asiento que había libre y entró en el ordenador con su cuenta, tenía que verlo con sus propios ojos. No sólo habían entrado en la red de la universidad. Lo que más le sorprendió es que habían entrado para hacer un ingreso en la cuenta. Y no sólo eso, el ingreso lo habían hecho desde su propia cuenta. ¡Le habían quitado dinero para ingresarlo en la cuenta de la universidad! Qué jugada más tonta, pues reclamaría aquel dinero y se lo devolverían. Pero eso no era lo importante. ¿Quién era aquel que jugaba con ellos como quería? ¿Había vuelto a ser Fernando? No creía que se atreviera a hacer aquello, a jugársela de nuevo.
- ¿Tenéis idea de quién ha podido ser?
- Tenemos la IP desde la que se conectaron para hacer la jugarreta.
- ¿Y bien? ¿Sabéis quién ha sido?
- Eso es lo más extraño, y lo que estamos estudiando ahora mismo. La conexión se realizó desde tu casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anuncios Badoo